Avances de la Better Business Bureau en México

Este par de días serán clave para traer a México la representación de la Better Business Bureau (BBB) y promover una agenda de mejores prácticas comerciales a favor de los consumidores, ampliar un esquema de sólida información que a estos les permita tomar mejores decisiones y avanzar con agendas de autorregulación. Hoy Capitanes de Reforma hace mención al proyecto, mismo que les dejo líneas abajo. Este esfuerzo cuenta con el talento y compromiso de un gran equipo, entre quienes están, José Jarero, Carlos Martínez, Adla Karam, Gerardo Rodríguez, Alejandro Celis y Jorge Paz.

CAPITANES

29 Jul. 13

CON OJOS DE CONSUMIDOR

Aquí le hemos platicado del proyecto que Bernardo Altamirano Rodríguez encabeza para abrir el Capítulo México del Better Business Bureau (BBB).

Pues bien, el proyecto marcha sobre ruedas, y este martes, el Consejo del BBB en Washington discutirá precisamente la instalación de su primer representación fuera de Estados Unidos y Canadá.

El BBB es un organismo privado que tiene más de 100 años promoviendo mejores prácticas comerciales en Estados Unidos, mismas que el ex titular de Profeco quiere aplicar en México.

Entre los consejeros que participan en la sesión de esta semana en Washington están altos directivos de Procter & Gamble, Visa, Citibank, Verizon, Google y Coca Cola, entre otros.

Altamirano Rodríguez y su equipo están convencidos de que esta iniciativa permitirá, desde el punto de vista social, cerrar la pinza de los esfuerzos en la ruta de la competencia económica y mejores prácticas comerciales a favor de los consumidores, las que serán globales en el marco del TLCAN.

Previo al evento del martes, el Embajador de México en Estados Unidos, Eduardo Medina Mora, encabeza este lunes un encuentro para demostrar el interés de México en profundizar en la cooperación binacional.

De aprobarse, la oficina de BBB en México arrancaría operaciones en septiembre próximo.

Informalidad y Consumidores

La informalidad deteriora enormemente la confianza en el mercado. No sólo desde la oferta laboral, sino desde la oferta y comercialización de bienes y servicios. En ambos casos, hay una afectación grave en la satisfacción y derechos de los consumidores.

Hasta la fecha, las políticas y medidas emprendidas para combatir el comercio informal han tenido múltiples enfoques: fiscal, seguridad social, propiedad industrial, penal, entre varios. La participación y el compromiso de los diferentes niveles de gobierno es asimétrico, lo que evidencia esquemas de atención omisos y/o corruptos.

Por eso debemos plantear un nuevo enfoque al combate al comercio informal, partiendo de los derechos de los consumidores, lo que permitirá generar esquemas de mayor corresponsabilidad de los niveles de gobierno e indirectamente involucrar al Poder Judicial. Será más fácil denunciar actos de corrupción y se permitirá medir mejor el combate a este fenómeno.

Pero vamos paso a paso.

En México, la libertad empresarial tiene múltiples restricciones. En primer lugar las de carácter general, como lo son en materia de competencia económica (no incurrir en concentraciones ni en prácticas anticompetitivas), de protección de los consumidores, de sanidad, etc. Pero también una gran variedad de  restricciones específicas, como son permisos, cumplimiento de Normas Oficiales Mexicanas (NOMs), fitosanitarias, arancelarias, etc.

Estas restricciones a la libertad empresarial se justifican en término del interés público y social. En particular para evitar riesgos y abusos en perjuicio de los consumidores. Para verificar el adecuado cumplimiento de estas restricciones existe una gran variedad de autoridades federales y locales, mismas que no pueden realizar esta tarea en el comercio informal.

Por tanto, si todas las regulaciones que se diseñan a favor del consumidor no pueden ser verificadas en el comercio informal, debe ser impedida su venta o servicio.   Lo anterior no solo por implicar un criterio desigual frente a la empresa, sino porque representan un riesgo para los consumidores.

Por tanto, las autoridades, federales y locales, deben ser responsables de evitar la comercialización informal de productos y servicios sujetos a NOMs (lácteos, televisores, cigarros, bebidas de alcohol, casas de empeño, lotes de autos usados y un largo etc.) o de aquellos que requieren licencias o permisos  (comida, construcción, funerarias, etc.)

Ir por esta vía, es ubicar en el centro de las políticas públicas al consumidor, lo que incluso permitiría innovar por la vía judicial frente a autoridades omisas de proteger la integridad y derechos de estos. Sin duda este sería el mejor camino de fortalecer la confianza en el mercado.

Por el otro lado, está justamente el reto de generar incentivos a los servicios informales para que se brinden en la legalidad, con mayor calidad y responsabilidad frente a los consumidores. Aquí sin duda hay que diseñar esquemas y estándares que motiven a los proveedores informales a desarrollar mejores prácticas comerciales y a los consumidores a contar con mejor información para su toma de decisiones y construir una demanda más exigente y educada. Esta visión es justo en la que me encuentro con un equipo muy comprometido buscando desarrollar a través de la pronta apertura de un Capítulo de la Better Business Bureau en México (BBB).

Estas son solo algunas ideas que desarrollo en mi colaboración en Reforma: La Informalidad y los Consumidores. Los invito a leerla y discutirla.

BERNARDO ALTAMIRANO RODRÍGUEZ
Informalidad y consumidores
Según el Inegi, el 60 por ciento del mercado laboral se encuentra en la informalidad, lo cual tiene repercusiones graves en los mercados de bienes y servicios. Es un dato negativo que evidencia a un México dividido en dos. Por un lado, un sector que cumple con la ley, regulaciones y reglas de normalización, que paga impuestos y acata obligaciones laborales, de seguridad social, y respeta la propiedad industrial e intelectual. En cambio, existe otro sector que pasa por encima de todo lo anterior y está fuera de la ley. Mientras el primer sector rinde cuentas y es responsable ante las autoridades, el segundo no lo es y atenta contra aspectos que nuestra Constitución tutela, como son los consumidores, la competencia económica y la libertad empresarial.
Por esto, resulta muy relevante que el Gobierno federal priorice este problema estructural y que lo haga con un doble enfoque. Por un lado, perfila la parte de fomento, vía dos brazos: el Programa para la Formalización del Empleo y el Comité Nacional para la Productividad, que encabezan respectivamente los secretarios del Trabajo, Alfonso Navarrete, y de Hacienda, Luis Videgaray. Por el otro, la coerción, a través de la Comisión para Prevenir y Combatir el Comercio Ilegal, bajo el mando del Secretario de Gobernación, Miguel A. Osorio.
Falta todavía detallar estas políticas, sin embargo, observamos en estos esbozos el énfasis en la oferta y la omisión de la demanda, por lo que surge esta pregunta: ¿cómo reducir los riesgos y abusos que enfrentan los consumidores en los mercados contaminados por la informalidad?
La política debe combinar medidas coercitivas y de fomento. En primer lugar, en la comercialización de bienes y productos, las empresas formales enfrentan múltiples restricciones -constitucionales, legales o regulatorias-, cuyo objeto es prevenir riesgos y abusos en perjuicio de los consumidores, que a su vez se justifican en torno al interés público y social. De ahí que exista una gran gama de actividades comerciales enmarcadas por NOMs y autoridades facultadas para verificar la debida observancia de las mismas. Así, el adecuado diseño regulatorio, el cumplimiento por parte de las empresas y la vigilancia de la autoridad contribuyen a la construcción de confianza en el mercado.
Frente al comercio informal no hay autoridad alguna y no se puede verificar el cumplimiento regulatorio, por lo que debe combatirse con firmeza. No sólo estamos frente a una aplicación desigual de la ley frente a la empresa, sino que el comercio informal es una de las principales fuentes de riesgos y abusos comerciales. Por tanto, si la autoridad no puede vigilar que se cumplan las leyes y NOMs mediante actos de verificación, está siendo ineficaz en prevenir riesgos contra los consumidores.
De ahí que se deban hacer reformas legales para que las autoridades tengan más instrumentos, se impulse la cooperación y se definan responsables. Por ejemplo, que la autoridad federal competente de verificar pueda denunciar a las autoridades locales la comercialización informal de productos sujetos a permisos, NOMs, regulaciones, para que ésta tenga la facultad de confiscarla o clausurarla por poner en riesgo a los consumidores.
En segundo lugar, el sector de servicios amerita un trato diferente, pues requiere de incentivos para que los proveedores se encaminen a la formalidad y a las mejores prácticas comerciales. Empecemos por preguntas sencillas: ¿a qué plomero confío para contratar en mi casa?¿Si me incumplen, cómo exijo la reparación? En fin, es un sector que requiere urgentemente una revolución cultural, para dirigirse a la formalidad y competitividad. Hoy, estos esfuerzos se enfocan a generar competencias, a través del Programa CONOCER de la SEP, así como del impulso al emprendedurismo, mediante el Secretario de Economía, Ildelfonso Guajardo, y el INADEM, con Enrique Jacob. Aquí, la meta debe ser invertir en consumidores más responsables y con mejor información, con medios de exigibilidad y plantear estándares de prácticas comerciales. El impulso de la formalidad es la gran oportunidad para robustecer el sector de servicios que tanto nos urge a los consumidores.
El eficaz impulso de la formalidad requiere una visión descentralizada, diseñar indicadores realistas y armar una gran coalición a favor de la legalidad, que no sólo incluya a los gobiernos federal, estatales y municipales, sino también a la ciudadanía y a la empresa. Pero sobre todo requiere ubicar al consumidor en el centro de las políticas públicas, lo que permitirá reconstruir la unidad y confianza.
Presidente de Central Consumidor y Ciudadano, Miembro del Grupo de Expertos en Competencia y Derechos de los Consumidores de la UNCTAD y Líder Negociador para Better Business Bureau en México.

La eficacia del nuevo esquema de verificación de gasolina de Profeco.

En declaraciones recientes del titular de la Procuraduría Federal del Consumidor, Alfredo Castillo Cervantes, ha informado sobre los resultados de los trabajos de verificación que la Profeco realiza en las estaciones de gasolina, para castigar a quienes no vendan litros de a litro.

Con base en esas declaraciones, observamos que ha habido éxito y contundencia en sancionar a quienes abusan de los consumidores. A toda la sociedad, y en especial a los consumidores, nos motiva que la autoridad sea eficaz.

Estos logros son consecuencia de un profundo proceso de cambio regulatorio. Como en su momento lo mencioné, la fórmula de verificación anterior estaba agotada. En efecto, en octubre del año pasado, posterior a un largo trabajo de normalización, entraron en vigor las NOMs 005 y 185. Lo anterior representó a su vez un cambio en la tecnología de los dispensarios que tuvieron que instalar un nuevo software, para lo cual hubo una considerable inversión de millones de pesos. Ambas normas representan un avance cualitativo en la eficiencia y eficacia del trabajo de verificación de la Profeco.

Por un lado, la Norma 005 obliga la integración de aditamentos de confiabilidad, y dificulta la alteración del dispensario. Asimismo, el dispensario contaría con una bitácora de eventos, en el que se revisa hasta 12 meses del historial de su funcionamiento electrónico. En cuanto a la 185, permite una mayor certidumbre sobre el software instalado en los dispensarios. Con estas normas se permite obtener resultados más claros y transparentes en las acciones de verificación.

Estas normas aumentaron el riesgo para aquellas estaciones que buscaran alterar el despacho y abusar de los consumidores. Adicionalmente, al revisar el historial de 12 meses de los dispensarios, la autoridad podría reducir la frecuencia de sus verificaciones, estar menos expuesta a la corrupción y ser más contundente en sus resultados. Por eso debe reconocerse que esta nueva norma permite verificar con mayor eficiencia a la Profeco, pues con menos visitas, tiene mejores resultados. Sin duda alguna, es un modelo de verificación que le apostaba a reducir considerablemente la impunidad.

Ayer en entrevista radiofónica con Joaquín López Dóriga, el Procurador Castillo afirmó que “antes las verificaciones o eran una simulación, o arreglaban todo a través de un sistema o un software, o no se hacían de manera exhaustiva”. Además, agregó que “en sólo 57 operativos llevamos 600 mangueras inmovilizadas, lo cual significa que con el 3% de los operativos de la administración anterior cerraríamos el mismo número de mangueras” y concluyó “no puede ser posible que en sólo 57 operativos se lleve la cuarta parte del total que se hizo en todo un año”.

Al respecto habría que ser muy cuidadoso al comparar resultados de verificación, que atienden a instrumentos, regulación y tecnología diferentes. Sin duda este caso es digno de reconocer como una política pública exitosa, en la que la autoridad, sociedad y empresa combinaron esfuerzos para encontrar mejores herramientas de protección al consumidor y que se evidencia que en su marco legal hoy la Profeco es más fuerte en esta función tan importante para proteger a la sociedad en que se les brinde el litro de a litro. Esto significa que el proceso de normalización fue exitoso.

Por último, insisto que en las políticas de protección al consumidor deben tener como propósito corregir fallas de mercado. Por tanto, en un mercado como el de gasolinas, corresponde a Pemex diseñar condiciones e incentivos de mercado que amplíen la satisfacción de los consumidores. A esta empresa pública es a la que le corresponde construir mejores condiciones de confianza y la mejor vía es impulsar mayor competencia en la venta de gasolina, e incluso la participación de otras marcas, pues recordemos que al final del día, los proveedores son franquicias.