Las reformas aprobadas en los recientes meses alinean los incentivos y las reglas del juego en favor de mayor competencia. No hay reforma perfecta, pero hay que reconocer que en competencia económica, telecomunicaciones y energía, hay avances importantes. La pregunta que debemos encontrar una respuesta es: ¿por qué a pesar de llevar plasmando en la Constitución, desde hace casi 100 años, los mejores modelos económicos, sociales y de justicia, no hemos podido despegar como país, ni combatir eficazmente la pobreza ni fomentar una extendida cultura emprendedora?
Parte de mi aproximación de respuesta que hago hoy en Reforma, en ¿Hacia una nueva era?, es que no basta cambiar estructuras, sino que se requiere impulsar un cambio en prácticas políticas –como el patrimonialismo, corrupción y burocratismo-, impulsar esquemas educativos conforme a estas nuevas circunstancias, y dejar de pensar que la realidad se transforma por decreto, y que mejor hay que avanzar hacia un esquema de mayor libertad de los agentes económicos y fortalecer el papel de los jueces.
Recordemos que en la etapa de mayor consolidación del nacionalismo revolucionario, se construyó una visión uniforme en lo cultural (basta recordar el movimiento del muralismo), en lo educativo, y por supuesto en el ámbito de los jueces, que se limitaban a redactar lo que la revolución, vía ley, quería decir. En este sentido, esta nueva etapa requiere un movimiento que articule instituciones de educación, empresa, liderazgos gubernamentales y sociales, para que esta visión más liberal y orientada a la competencia, no quede sólo en los textos jurídicos, sino que sea compartida y ejercida mayoritariamente en la sociedad. Aquí mi colaboración.
¿Hacia una nueva era?
Reforma
29 de Agosto de 2014
La Revolución Mexicana reordenó las relaciones entre Estado y mercado. El primer paso fue plasmar en la Constitución el marco normativo que determina, por un lado, los mecanismos para producir, generar riqueza y redistribuir la misma y, por el otro, los incentivos que condicionan la toma de decisiones de agentes económicos. Las banderas económicas fundamentales de esta visión han sido la definición de la propiedad (en particular de la agraria), del monopolio gubernamental de ciertos medios de producción, del mecanismo de asignación de contratos y adquisiciones públicos, así como de las relaciones laborales, entre otros. Estas son el origen de una visión política que impregnó los sectores social, cultural y empresarial, y que se basó en una praxis que Octavio Paz describe como burocrática, patrimonialista y centralista. Esta conjugación de estructuras y prácticas es lo que define al nacionalismo revolucionario. [Read more…]