El Momento de la Cofece y de México

De repente parece que todo se desmorona. Instituciones centenarias como el federalismo, simplemente no dan los resultados en beneficio de la gente, con mejores servicios y bienes públicos. Las instituciones de seguridad pública y justicia no encuentran el método para salir del atolladero que enfrentamos. Las instituciones electorales y partidos políticos no generan certidumbre, credibilidad ni esperanza en los ciudadanos. Estos son solo algunos ejemplos sobre el ánimo de nuestras instituciones. En este contexto, existe una luz esperanzadora, que desde hace 20 años muestra una evolución progresiva y que parece ser que encuentra su equilibrio. Se trata de nuestra agencia antimonopolios, la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE). Sin duda se trata de un caso que debe estudiarse e identificar cuáles son las lecciones de aprendizaje y que podamos trasladar a otros frentes. Les comparto mi reciente artículo de Reforma.

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Ética, legalidad y empresa.

Ética, legalidad y empresa son el triángulo virtuoso que requiere nuestro país. Desde nuestra fundación como Nación, hemos probado múltiples fórmulas. Muchas de éstas han fracasado. Necesitamos reconocer y probar la fórmula de la libertad, manifestada a través de la empresa. Por eso, tenemos que simultáneamente fortalecer los canales de la ética y la legalidad. Les comparto mis ideas sobre este tema.

 

¿Cómo reducir los riesgos legales de tu empresa?

Las empresas enfrentan todos los días múltiples riesgos legales. Esto significa que ante una multiplicidad de leyes, reglamentos, normas y regulaciones, puede existir desconocimiento y ambigüedades y contradicciones en la interpretación de éstas, así como incertidumbre respecto de la aplicación, verificación y posibles infracciones y multas que determinen las autoridades.

Por eso, la gran tendencia contemporánea consiste en diseñar y aplicar programas de administración de riesgos legales y cumplimiento regulatorio. Conoce cómo identificar estas necesidades en tu empresa. Les comparto mi colaboración.

Durante la tormenta, claridad.

En estos días de cambios e incertidumbre en las relaciones entre México y EUA, hay que tener claridad al pasar la tormenta y aprovechar oportunidades y reducir riesgos, como:

  1. Enfocar el conflicto.
  2.  Fortalecer lazos.
  3. Evitar retrocesos nacionalistas.
  4. Alianzas con valor.
  5. Aprender de empresas globales y emprendedores.
  6. El peor muro es la corrupción.

Les invito a leer mi más reciente colaboración de la semana pasada.

Energía, democratización y futuro.

Entiendo tanto el malestar social que genera el gasolinazo, como la eliminación del subsidio a gasolinas. De hecho, coincido en que se trataba de una política regresiva. Lo anterior no significa que el gobierno no debió prevenir programas de transición y comunicación que explicaran mejor esta medida. Para agravar este asunto, hoy el presidente EPN afirmó que se nos acabó la gallina de huevos de oro (en referencia a las fuentes petroleras). Además de no coincidir en el fondo con él, la forma se me hace terrible, pues no sé si sea la mejor forma de atraer inversiones para la reforma energética.

En este sentido, en esta crisis tan grave, sin duda ya se levantan voces que exigen cancelar la reforma energética. Esta es la parte más preocupante, pues la historia de los monopolios públicos mexicanos, junto con instituciones antidemocráticas, fueron los dos rieles por los que se desplazó el tren del régimen autoritario en México por varias décadas. Regresar al modelo de monopolio anterior, significa seguir apostando al fracaso, al compadrazgo, al secuestro del conocimiento, como ha ocurrido hasta el momento. De ahí que es muy relevante no solo defender la reforma energética, sino vincular a ésta con las principales causas democratizadoras del país y articularla con pyme y consumidores. Que se observe que es una reforma de interés social, no solo para que unos cuantos hagan negocio. De esta manera, les comparto mi colaboración hoy en Reforma: Energía, democratización y futuro.

BERNARDO ALTAMIRANO RODRÍGUEZ
Energía, democratización y futuro
La lucha histórica por la democratización de México encontró en la reforma electoral la piedra angular que permitiría conseguir la tan ansiada alternancia política, mientras que desatendió el efecto que las empresas monopólicas del Estado tienen en nuestra modernización, cuya comprensión ha sido insuficiente y llena de mitos. Incluso, la mayoría de la sociedad que aplaudió la desaparición de Luz y Fuerza del Centro, hoy desconoce la realidad de empresas como Pemex o CFE, cuyos intentos reformadores fueron anteriormente bloqueados, en gran medida porque los argumentos fueron básicamente económicos, no vinculados al desarrollo democrático. En efecto, nos preocupamos por encontrar en los sótanos de Bucareli los cadáveres del antiguo régimen, cuando hoy se evidencia que éstos se encuentran en Marina Nacional.

Gobiernos autoritarios en todo el mundo se han basado en economías dirigidas y empresas monopólicas, particularmente del sector energético, para financiar su control político. A pesar de alternancias, México no acaba de encontrar el sentido democrático de sus empresas públicas como palanca del crecimiento. Por décadas vimos cómo Pemex y CFE fueron objeto de la intervención directa de gobiernos, lo que condicionó su desarrollo a manipulaciones políticas y sindicales que incidieron en precios e inversiones. La ausencia de competencia impidió que se desarrollara de una manera eficiente la industria. De ahí que aún en este siglo, la mayoría de los directivos de estas empresas públicas han sido más políticos o expertos en finanzas públicas que líderes empresariales, pues el interés sigue siendo cómo salvarlas de los boquetes y pérdidas que les generan tantos procesos ineficientes, así como su sometimiento a las finanzas públicas del país. No obstante, las pérdidas de Pemex y CFE son escandalosas.

Por otro lado, monopolios como Pemex cancelaron la posibilidad de innovación industrial y comercial. Si en efecto hubiéramos tenido una perspectiva de desarrollo nacional, esta industria se hubiera vertebrado con emprendedores y pymes que pudieran innovar en tecnología o cadenas de suministro, como ejes de la transformación nacional. En cambio, se prefirió privilegiar la relación política con el sindicato y con un puñado de empresas que han anclado el desarrollo de la industria y secuestrado el conocimiento. Así, el número de patentes en México en este sector es infinitamente menor a lo que han contribuido empresas privadas o mixtas en otras partes del mundo. En lo comercial, para avanzar en la satisfacción de los consumidores, llegamos al absurdo de que una agencia del Estado verificara a franquicias coordinadas por ese mismo Estado -en muchos casos otorgadas por compadrazgo o criterios políticos- para vender un producto exclusivo del Estado. Todo esto para una pelea por el litro de a litro, cuestión que la competencia corregiría con mayor eficiencia y eficacia. Finalmente, en materia de mejores prácticas corporativas, por un lado, sólo hasta años recientes se avanzó en la figura de consejeros independientes; por el otro, se contaba con una gerencia social, de fachada filantrópica, pero en realidad era quien daba los cañonazos de billetes para llegar a «acuerdos» con gobernadores, alcaldes, y líderes sociales. Todos estos aspectos sazonados por una nauseabunda corrupción. Por eso Pemex es la historia de las oportunidades perdidas y del saqueo legalizado. Con esto se rompe el mito de que somos un país petrolero; pues solo hemos extraído y dilapidado nuestros recursos energéticos.

Así, el malestar que genera el «gasolinazo» nos exige ver a profundidad el problema y evitar que por encontrar alternativas sepultemos el camino de la competencia energética que empieza a trazarse y que nos permitirá dejar atrás esa historia de fracasos y corrupción, y adentrarnos en una dinámica de conocimiento, innovación, crecimiento y bienestar del consumidor. Para esto, exijamos al gobierno, cuyo partido bloqueó en otra ocasión la reforma energética, que construya de la mano de ciudadanos y pymes una agenda democratizadora y de crecimiento en la materia, pues de lo contrario su «apertura» de hoy tendría la sombra de la desconfianza de ser un conflicto de interés para hacer negocios. En este ejercicio, se deberá rendir cuentas puntuales sobre Pemex y CFE, sus directivos, contratistas, franquiciatarios, decisiones de inversión, nombramientos, programas incumplidos, y evaluar el impacto de la política energética en las condiciones actuales del precio de la gasolina. Estos monopolios sostienen con pinzas nuestra viabilidad financiera, cuando deberían ser la industria que funja como motor de desarrollo y de una efectiva cultura basada en el mérito y la competencia. Por último, delinear cómo se vincula esta reforma y sus perspectivas con nuestro futuro, sustentabilidad, soberanía y nuestras finanzas públicas. Todo lo anterior implica invertir en lo que al Gobierno le cuesta más construir: confianza.

Obesidad sin freno.

La obesidad y sobrepeso en el país no tienen freno. El famoso impuesto a bebidas azucaradas y alimentos de alto contenido calórico que se aprobó en 2013 y entró en vigor en 2014 fue una mala política pública. Ni detuvo sustantivamente el consumo de estos productos, ni se tradujo en una reducción a la obesidad ni en mejores servicios de salud pública. Desde esas complicadas discusiones, en Central Ciudadano y Consumidor fuimos los primeros en advertir que no se trataba de un impuesto de salud pública, sino estrictamente recaudatorio. Asimismo, expusimos la complejidad social que se encuentra detrás de este fenómeno, que indudablemente es el problema y reto más importante que tenemos en materia de salud pública. En la actualidad, tal cual como se anticipó, el cobro de este impuesto no ha servido mas que para que el Estado tenga más recursos, pero sin impacto en el Índice de Masa Corporal (IMC), más bebederos con agua potable en las escuelas, ni mejores instalaciones ni metodologías de tratamiento médico a los pacientes.

A finales del año pasado, se publicaron los resultados de la Ensanut 2016 en la que se evidencia que en la mayoría de los rangos generacionales, sociales y en ambos géneros, la obesidad y el sobrepreso crecieron. Sin embargo, no se conoce a qué se destinaron esos recursos multimillonarios del impuesto ni su beneficio en la salud de nosotros. Justo antes de que se publicara dicha Encuesta, participé con el Sen. Armando Ríos en una discusión sobre este tema en el Canal Once, mismo que les invito a ver y seguir formando parte de este debate.

 

Ante Trump, construir comunidad y mayor integración.

La compleja relación entre México y EUA en el último cuarto de siglo se ha basado en el intercambio comercial. Sin duda, son cifras muy positivas que muestran avance de tecnología, formación de competencias, innovación, fortalecimiento de cadenas productivas y comerciales, entre varios aspectos. Esta positiva relación queda condicionada al valor de las inversiones y competitividad. Por eso, hoy que vemos que las empresas enfrentan funciones de costos más complejas -pues tienen que incluir conflictos que el futuro Presidente de EUA asumirá de manera personal en su carácter del nuevo policía comercial-, es que urge redimensionar el sentido de nuestra construcción de comunidad, para que ésta se base en otros principios como la confianza. En esta lógica, ante las inminentes renegociaciones del TLCAN, es el momento de incluir capítulos en materia de medidas anticorrupción en toda la región, así como un sistema de solución de controversias de carácter judicial. Asimismo, explotar otros canales de comunicación extrainstitucionales, que implica abrir la baraja de aliados estratégicos. Les comparto mi colaboración en Fortuna y Poder.

Hagamos de México nuestra empresa.

Los resultados de Pisa demuestran un proyecto educativo fallido. La solución debe ser integral y sobre todo transitar de una educación dirigida a monopolios, sindicatos públicos y programas clientelares, a otra dirigida a las empresas, competencia e innovación. Debemos transformar las redes, nodos y contenidos del conocimiento en el país, y hacerlo en conexión con la empresa. Es la forma de crecer.Les comparto mi colaboración de hoy de Reforma: Hagamos de México nuestra empresa.

BERNARDO ALTAMIRANO
Hacer de México nuestra empresa
 A lo largo de los años, los malos resultados de México en la evaluación Pisa han sido una llamada de atención. Ahora, los más recientes parecen entonar un réquiem a nuestra unidad y viabilidad como Nación. Si no lo entendemos así, seguiremos en una eterna autocomplacencia. Este resultado evidencia recursos mal invertidos y derrochados que no se tradujeron en ampliar las oportunidades y competencias de los niños, en una digna fuente de empleo para los maestros o en tecnología y contenidos educativos de vanguardia. Esfuerzos que no ha servido para construir comunidad, civilidad ni cohesión social, sino burocracias, conflicto, violencia y corrupción. Se trata de la más grave tragedia social que enfrentamos, ante la cual la receta tradicional ha consistido en ampliar presupuestos y burocracias, pero omitimos evaluar integralmente el ecosistema en que se desenvuelve la educación, pues ni el mejor contenido pedagógico puede tener por sí mismo un destino exitoso ante la carencia de un entorno que incentive el conocimiento, la competencia y el crecimiento.

Todavía hasta hace pocos años teníamos un régimen monopólico en múltiples industrias, lo que atrofió los canales que vinculan a la educación con el empleo, con la innovación y con el crecimiento. Los efectos de ese fallido modelo económico en la educación todavía los padeceremos por mucho tiempo, por lo que urge construir nuevos paradigmas con una visión de largo plazo. Nuestra historia reciente muestra un intento por vertebrar a nuestro país mediante monopolios, sindicatos públicos, programas clientelares y burocracias, en lugar de apostar al desarrollo empresarial, al impulso de la competencia y la búsqueda de nuestra libertad. Así, cualquier modelo educativo estaba destinado al fracaso al topar con el peor muro que hemos enfrentado.

El primer paso implica avanzar en la agenda de libertades y dirigirnos en lo interno hacia un libre mercado efectivo, principalmente en lo local. Además, requiere entender a la ciencia, arte, tecnología, agricultura, ocio, etc., como medios idóneos para crecer a través de la empresa, la sociedad y la competencia, y no mediante la explotación exclusiva del Estado y sus burocracias, quienes en todo caso deberían limitarse a incentivar y regular el desarrollo de sectores estratégicos. En efecto, se requiere reconocer que a diferencia de un sistema monopólico, de empresas públicas o intervencionista, el fortalecimiento y esparcimiento de empresas y del libre mercado son la fórmula para avanzar de una manera gradual e incremental en el conocimiento, así como en canalizar éste entre diferentes niveles socioeconómicos de una manera ágil y productiva. Sin duda, con esta vía se amplían, expanden y comparten las redes de conocimiento y se diversifican medios para fondear la investigación e innovación.

Por otro lado, es importante recordar algunos de los elementos que Tocqueville analizó sobre la libertad económica. Por un lado, la propiedad privada es un contrapeso a la expansión gubernamental, y aporta valor e independencia a los individuos. Por otro, la libertad de contratar diversifica y fortalece las relaciones entre las personas a partir de un sentido formal de dignidad y respeto recíproco. Así, las libertades económicas son esenciales para las libertades políticas, pues las fortalecen a través de un espíritu de autogobierno. De esta forma, la empresa y el comercio tienen un benéfico papel civilizador, pues encauzan a «los hombres a conducir sus propios asuntos y a conducirlos bien; así, los prepara para la libertad y los previene de las revoluciones».

Por último, países que han experimentado exitosas transiciones políticas han encontrado en el crecimiento económico la mejor fórmula para consolidar su democracia liberal. Incluso, como dice Adam Przeworski, la viabilidad de una democracia es mayor en la medida que crezcan más rápido que al 5 por ciento anual; en cambio, la fragilidad de una democracia en inferiores niveles de desarrollo se vincula con su vulnerabilidad ante crisis económicas. Adicionalmente, casos como el de Corea del Sur y Taiwán confirman la relación entre el establecimiento de una democracia y el crecimiento de la clase media quien fue clave para desmantelar un estado autoritario.

Esta visión implicaría retomar un constitucionalismo liberal, que sirva para limitar al poder y prevenir la corrupción; aplacar esas legislaturas dictatoriales que quieren regular todas nuestras actividades, para dar prioridad a una moderna visión de derecho privado y retomar el valor de los contratos, como medio idóneo para reconstruir esa confianza interpersonal; fortalecer el valor de la propiedad y en lugar de buscar confiscar la plusvalía de ésta, promover políticas de economía compartida. Son medidas que no generarán popularidad, pues implica desmantelar los restos de un Estado autoritario y clientelar, pero debemos eliminar la cultura de la extracción y promover un espíritu decidido para que todos hagamos de México nuestra empresa, en donde florezca el conocimiento, la competencia y el crecimiento.

Trump y el Momento para Nuestra Libertad

Mientras seguimos esperando que el gobierno federal defina una estrategia integral y eficaz ante los riesgos que implica la agenda del próximo gobierno de Trump -en la que debe salir de esa visión de que será una relación de gobierno con gobierno-, en México tenemos una gran cantidad de tareas pendientes internas.

Por décadas hemos sido incapaces de prevenir que los políticos locales -gobernadores y alcaldes- vacíen sus arcas públicas y solo beneficien a sus compadres, desarrollen acciones intervencionistas que inhiben el emprendimiento, y que se hermanen con grupos criminales. Estos factores son los que han propiciado masivas migraciones por décadas. Urge que el Estado mexicano responda a los millones de mexicanos que han padecido esta realidad por varias generaciones. Así, les comparto mi artículo publicado hoy en Animal Político, en el que propongo esas medidas: Trump y el momento para nuestra libertad.

Sin duda, es el momento de seguir dando la lucha en México a favor de las libertades y la democratización.

¿Movimiento Emprendedor?

Hacer empresa y avanzar en las libertades económicas en México son las tareas pendientes para dar por concluida nuestra turbulenta transición rumbo a la democracia. Necesitamos más ciudadan@s que ejerzan libremente sus profesiones y constituyan sus empresas, lo que incidirá en cómo se construye comunidad. Les comparto mi reciente colaboración en Reforma Negocios.

¿MOVIMIENTO EMPRENDEDOR?
Ciudadanía y empresa son dos pilares interdependientes de la democracia, que se edifican con la fuerza y dinamismo de las libertades políticas y económicas. En México, un determinante de nuestra transición democrática ha sido construir consensos en torno al primer tipo de libertades para empoderar al ciudadano. En cambio, el segundo tipo ha motivado la mayor polarización y no ha robustecido claramente a la empresa. Desde nuestra independencia no hemos entendido el papel del Estado en la economía, lo que ha impedido consolidar una cultura emprendedora, que surja del individuo mismo e incida en su entorno. Nos hemos preocupado más por abrir mercados, que por incentivar empresarios reales. Lo anterior representa un inminente riesgo, pues tenemos una democracia con déficit de empresas y emprendedores.

Los programas a favor de los changarros de Vicente Fox, de las Pymes de Felipe Calderón o del emprendedor del Presidente Peña Nieto, no encontraron la mejor fórmula para promover el espíritu de la libre empresa y el valor que esto representa para construir una mejor comunidad. Programas vienen y van, pero coinciden en la premisa de entregar recursos, sin necesariamente generar capital humano ni social. Esta mala inversión de dinero público ha sido evidenciada por la Auditoría Superior de la Federación, quien demostró la falta de control y de supervisión del Instituto Nacional del Emprendedor (Inadem) en el otorgamiento de recursos por casi mil 500 millones de pesos, así como la carencia de indicadores o metas para evaluar cuántas empresas han sido creadas y su impacto. En este sentido, al igual que ocurrió con los temas agrario, indígena, partidos políticos, combate a la pobreza, etcétera, el emprendedurismo se convirtió en un movimiento -a la mexicana-, pues implicó burocratizarlo y crear fondos discrecionales y sin impacto efectivo. Debe romperse esta inercia y el terreno de la empresa puede ser el que detone un cambio profundo en la concepción de los programas sociales. Y es que queremos empresarios que innoven y ejerzan libremente sus profesiones, no que se vuelvan expertos en bajar fondos públicos en un entorno poco claro.

Lo anterior además cobra relevancia ante un presupuesto 2017, que recortó casi la mitad de los recursos de los fondos que maneja Inadem, mismos que este año ya habían sido reducidos en un 20 por ciento respecto de 2015. En este periodo se han ejercido cerca de 17 mil millones de pesos. Ante estas circunstancias es legítimo preguntarse si valió la pena este gasto y si tuvo algún impacto relevante, pues si bien hay que reconocer que la banca privada está muy lejos de cumplir con su función de financiamiento de Pymes y emprendedores, también hay que admitir que estos programas no son la solución.

Más allá de tratarse de objetivos loables, resulta indispensable priorizar resultados, sobre todo en el contexto del interés superior de nuestra democracia y crecimiento económico. El Presidente Peña Nieto debe perfilar su legado en este ámbito y reorientar la energía y recursos destinados para evitar que sean desperdiciados. Para ello, necesita articular instituciones como Nafin, Bancomext, ProMéxico, Bansefi, entre otros, en torno a una estrategia integral y de largo plazo. Incluso revisar la experiencia de instituciones exitosas como la Small Business Administration de EU, creada desde la época de Dwight Eisenhower. Dar un paso firme en eliminar fondos discrecionales y dotar al Inadem de un liderazgo disruptivo que confronte a gobernadores y alcaldes sobrerreguladores, medie con Hacienda y el SAT para identificar las más adecuadas medidas fiscales, fortalezca la propiedad intelectual e industrial, impulse la competencia y flexibilice fuentes de financiamiento privado, teja redes de valor y articule áreas estratégicas con emprendedores que aporten en innovación, vigile el piso parejo en licitaciones y contrataciones públicas, y combata la corrupción y el compadrazgo. De manera muy importante, el Inadem debe impulsar mejores condiciones de solución de conflictos en materia de cobros de las Pymes, en particular en lo que concierne con instancias gubernamentales y empresas públicas. Sin duda, desde este espacio se debe lanzar una gran discusión que redefina ese ogro denominado Rectoría Económica del Estado y proponga una adecuada definición de la propiedad privada y fortalezca sus mecanismos de defensa. El Inadem debe romper cadenas de control sobre la empresa y ser el promotor de un movimiento a favor de una nueva visión de legalidad y de la libertad empresarial, y así ser la pinza que complemente nuestro proceso de democratización. De lo contrario, la herencia que nos dejará será la de «emprendedores» que tomen calles por recortes a fondos gubernamentales.