Energía, democratización y futuro.

Entiendo tanto el malestar social que genera el gasolinazo, como la eliminación del subsidio a gasolinas. De hecho, coincido en que se trataba de una política regresiva. Lo anterior no significa que el gobierno no debió prevenir programas de transición y comunicación que explicaran mejor esta medida. Para agravar este asunto, hoy el presidente EPN afirmó que se nos acabó la gallina de huevos de oro (en referencia a las fuentes petroleras). Además de no coincidir en el fondo con él, la forma se me hace terrible, pues no sé si sea la mejor forma de atraer inversiones para la reforma energética.

En este sentido, en esta crisis tan grave, sin duda ya se levantan voces que exigen cancelar la reforma energética. Esta es la parte más preocupante, pues la historia de los monopolios públicos mexicanos, junto con instituciones antidemocráticas, fueron los dos rieles por los que se desplazó el tren del régimen autoritario en México por varias décadas. Regresar al modelo de monopolio anterior, significa seguir apostando al fracaso, al compadrazgo, al secuestro del conocimiento, como ha ocurrido hasta el momento. De ahí que es muy relevante no solo defender la reforma energética, sino vincular a ésta con las principales causas democratizadoras del país y articularla con pyme y consumidores. Que se observe que es una reforma de interés social, no solo para que unos cuantos hagan negocio. De esta manera, les comparto mi colaboración hoy en Reforma: Energía, democratización y futuro.

BERNARDO ALTAMIRANO RODRÍGUEZ
Energía, democratización y futuro
La lucha histórica por la democratización de México encontró en la reforma electoral la piedra angular que permitiría conseguir la tan ansiada alternancia política, mientras que desatendió el efecto que las empresas monopólicas del Estado tienen en nuestra modernización, cuya comprensión ha sido insuficiente y llena de mitos. Incluso, la mayoría de la sociedad que aplaudió la desaparición de Luz y Fuerza del Centro, hoy desconoce la realidad de empresas como Pemex o CFE, cuyos intentos reformadores fueron anteriormente bloqueados, en gran medida porque los argumentos fueron básicamente económicos, no vinculados al desarrollo democrático. En efecto, nos preocupamos por encontrar en los sótanos de Bucareli los cadáveres del antiguo régimen, cuando hoy se evidencia que éstos se encuentran en Marina Nacional.

Gobiernos autoritarios en todo el mundo se han basado en economías dirigidas y empresas monopólicas, particularmente del sector energético, para financiar su control político. A pesar de alternancias, México no acaba de encontrar el sentido democrático de sus empresas públicas como palanca del crecimiento. Por décadas vimos cómo Pemex y CFE fueron objeto de la intervención directa de gobiernos, lo que condicionó su desarrollo a manipulaciones políticas y sindicales que incidieron en precios e inversiones. La ausencia de competencia impidió que se desarrollara de una manera eficiente la industria. De ahí que aún en este siglo, la mayoría de los directivos de estas empresas públicas han sido más políticos o expertos en finanzas públicas que líderes empresariales, pues el interés sigue siendo cómo salvarlas de los boquetes y pérdidas que les generan tantos procesos ineficientes, así como su sometimiento a las finanzas públicas del país. No obstante, las pérdidas de Pemex y CFE son escandalosas.

Por otro lado, monopolios como Pemex cancelaron la posibilidad de innovación industrial y comercial. Si en efecto hubiéramos tenido una perspectiva de desarrollo nacional, esta industria se hubiera vertebrado con emprendedores y pymes que pudieran innovar en tecnología o cadenas de suministro, como ejes de la transformación nacional. En cambio, se prefirió privilegiar la relación política con el sindicato y con un puñado de empresas que han anclado el desarrollo de la industria y secuestrado el conocimiento. Así, el número de patentes en México en este sector es infinitamente menor a lo que han contribuido empresas privadas o mixtas en otras partes del mundo. En lo comercial, para avanzar en la satisfacción de los consumidores, llegamos al absurdo de que una agencia del Estado verificara a franquicias coordinadas por ese mismo Estado -en muchos casos otorgadas por compadrazgo o criterios políticos- para vender un producto exclusivo del Estado. Todo esto para una pelea por el litro de a litro, cuestión que la competencia corregiría con mayor eficiencia y eficacia. Finalmente, en materia de mejores prácticas corporativas, por un lado, sólo hasta años recientes se avanzó en la figura de consejeros independientes; por el otro, se contaba con una gerencia social, de fachada filantrópica, pero en realidad era quien daba los cañonazos de billetes para llegar a «acuerdos» con gobernadores, alcaldes, y líderes sociales. Todos estos aspectos sazonados por una nauseabunda corrupción. Por eso Pemex es la historia de las oportunidades perdidas y del saqueo legalizado. Con esto se rompe el mito de que somos un país petrolero; pues solo hemos extraído y dilapidado nuestros recursos energéticos.

Así, el malestar que genera el «gasolinazo» nos exige ver a profundidad el problema y evitar que por encontrar alternativas sepultemos el camino de la competencia energética que empieza a trazarse y que nos permitirá dejar atrás esa historia de fracasos y corrupción, y adentrarnos en una dinámica de conocimiento, innovación, crecimiento y bienestar del consumidor. Para esto, exijamos al gobierno, cuyo partido bloqueó en otra ocasión la reforma energética, que construya de la mano de ciudadanos y pymes una agenda democratizadora y de crecimiento en la materia, pues de lo contrario su «apertura» de hoy tendría la sombra de la desconfianza de ser un conflicto de interés para hacer negocios. En este ejercicio, se deberá rendir cuentas puntuales sobre Pemex y CFE, sus directivos, contratistas, franquiciatarios, decisiones de inversión, nombramientos, programas incumplidos, y evaluar el impacto de la política energética en las condiciones actuales del precio de la gasolina. Estos monopolios sostienen con pinzas nuestra viabilidad financiera, cuando deberían ser la industria que funja como motor de desarrollo y de una efectiva cultura basada en el mérito y la competencia. Por último, delinear cómo se vincula esta reforma y sus perspectivas con nuestro futuro, sustentabilidad, soberanía y nuestras finanzas públicas. Todo lo anterior implica invertir en lo que al Gobierno le cuesta más construir: confianza.

Reforma Energética y Ciudadanía Corporativa

Las empresas públicas del sector energético en México no solo han sido la clásica historia que caracteriza a los monopolios gubernamentales: ineficiencias, insatisfacción de los consumidores, impulso de agendas políticas, corrupción, o manipulación de empresas gubernamentales y de las propias empresas públicas. Sin duda, el caso más emblemático fue la extinta LyFC. Esta historia ha sido también una oportunidad perdida para que a través de la fortaleza y alcance de estas empresas se pueda contribuir a desarrollar una ciudadanía corporativa, procesos más transparentes y democráticos de vinculación con comunidades y ciudadanos, y por supuesto de contagiar de manera positiva al entorno de negocios de mejores prácticas y estándares comerciales. Este aspecto es el que analizo hoy en mi colaboración de Reforma Negocios. Sin duda, la reforma energética representa una gran oportunidad para promover una real ciudadanía corporativa y que Pemex y CFE le apuesten a convertirse en agentes de cambio cívico y empresarial. Les comparto el artículo.

BERNARDO ALTAMIRANO
Reforma energética y ciudadanía corporativa
Las perspectivas e impacto de la reforma energética han sido analizados a profundidad en materia de inversión, tecnología, competencia y empleo, así como sobre la viabilidad de Pemex y CFE. Es natural que así sea, pero existe otra gran oportunidad que se deriva de las reformas: avanzar en una mejor cultura corporativa y entorno de negocios en el País.

La apertura detonó, por un lado, la creación de nuevas empresas mexicanas que buscan participar en el mercado energético, de entre las cuales, muchas fueron fundadas por exitosos líderes empresariales en otros sectores. Por el otro, abrió el apetito a empresas internacionales que tienen una amplia experiencia en múltiples países, y que han desarrollado estándares aplicables a diferentes ambientes regulatorios y de negocios. La gran oportunidad es que ambos aspectos contribuyan a delinear un mejor ecosistema empresarial, elevar los estándares y mejores prácticas y romper paradigmas en materia de servicios al consumidor.

La corrupción es la mayor amenaza contra esta oportunidad. Sin duda, en lo nacional, urge avanzar con el sistema anticorrupción y medidas ad hoc en este sector. En lo internacional, hay que aprovechar experiencias, como la de EU, en donde las empresas deben cumplir con la Ley contra las Prácticas Foráneas de Corrupción. Cabe recordar casos como el de Walmart, Siemens, HP o Goodyear, en donde se sancionaron actos de corrupción extraterritorial y se contribuyó a que este tipo de empresas tuvieran que diseñar y ejecutar complejos procesos corporativos para evitar incurrir en malas prácticas.

En el sector del petróleo, Pemex ha sido un referente en la economía nacional, aunque lamentablemente no en el de promoción de una ciudadanía corporativa, ni en el impulso de mejores prácticas. Ahora, tendrá que competir en cultura corporativa con empresas como Chevron o Shell -por mencionar dos casos. La primera -fundada en 1879- ha afianzado una sólida cultura corporativa en la que en todas las áreas de la empresa se enorgullecen del «Chevron Way», la piedra angular de su accionar. Su precisa comunicación corporativa transmite un compromiso para enfocarse en la gente el desarrollo de las mejores prácticas de contrataciones públicas, alianzas con las ONG y think tanks, innovación en las relaciones públicas y contribuir a un adecuado entorno de negocios. Por su lado, Shell, desde 1907, también cuenta con una sólida cultura corporativa, tiene una firme agenda en materia de cambio climático y su visión apuesta a entender mejor el futuro del mundo y el papel que tendrán los energéticos en el mismo. Sin duda, estas empresas -con errores, faltas y aciertos- son un benchmark para Grupo Dragón, PetroBal, Carso Oil & Gas o Pemex, entre otras.

El caso de electricidad es igualmente interesante. La CFE recorre dos vías paralelas, pues por un lado es la empresa que más quejas tiene ante la Profeco y, por otro, avanza en definir su visión y en impulsar códigos éticos de conducta. Ambas vías convergerán cuando los consumidores y competidores sientan que los mecanismos de atención y su propósito se alinean. Comparemos con el caso de Florida Power and Light Company (FPL). Si bien tiene un marco regulatorio diferente, esta empresa conoce el valor que representan las quejas de los consumidores (ratio de 0.03/1000), para ajustar sus procesos y mejorar la experiencia del consumidor. Además, enarbolan una serie de elementos que el consumidor los asocia con la marca: servicio confiable, precios bajos (está en los rangos inferiores de todo EU), así como el de la mayor eficiencia en el mercado. Además, han desarrollado tecnología de primera en materia de medidores y tableros de control, en la que innova para que los usuarios conozcan su consumo eléctrico y sean más racionales.

Estos elementos y de otras empresas globales serán motivo de estudio por las nuevas compañías mexicanas. Pero también deben ser un referente para José Antonio González y Enrique Ochoa al identificar el legado que dejarán en el ambiente de negocios mexicano y cómo dotarán a sus empresas de un propósito que sea identificado por los consumidores. La reforma energética tendrá mayor potencial económico y democratizador en la medida que Pemex y CFE sean un referente de ciudadanía corporativa.

 

Refundar los Servicios Públicos

Vivimos días de polarización. Nuestra clase política se ha preocupado más por dividir a la sociedad, que en construir un centro robusto que nos convoque a todos a involucrarnos en el diseño del futuro de este País. Esta división se profundiza en la medida que crecen las evidencias de políticos corruptos que se benefician de “moches” de presupuestos públicos (financiados con nuestros impuestos) o que otorgan contratos públicos y licitaciones a sus amigos, socios o familiares, en condiciones de ilegalidad, pulverizando la confianza en las instituciones públicas. Uno de los temas transversales que evidencian esta situación es el de los servicios públicos. ¿Les suena el fraude multimillonario de la Línea 12 del metro? ¿El transporte público urbano es digno y compatible con el proyecto del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México -que prevé convertirse en el 3ero a nivel mundial? ¿Nuestros servicios públicos de salud están a la altura de las prestaciones que tienen los altos funcionarios y líderes sindicales del sector? Así podríamos seguirnos con una amplia lista de ejemplos.

Tenemos que ubicar a los servicios públicos en el centro del debate nacional y que estos sean el espacio para convocar a todos los sectores –público, privado y social- a trabajar en torno a la transformación que necesitamos. Trabajar en los servicios públicos es trabajar en nosotros mismos. Es la mejor forma de invertir recursos y de activar la economía. Además, tenemos que fomentar una efectiva cultura de servicio. Si conseguimos elevar los estándares y parámetros de los servicios públicos, podremos rápidamente elevar la calidad de muchos otros mercados y servicios que brindan los particulares. Y es que la mala imagen y calidad de nuestros servicios es el parámetro con el cual se desempeñan muchos profesionistas en México y lo que propicia la cultura del «ahí se va».

Aquí les comparto mi colaboración en Reforma Negocios. ¡Felices fiestas!

 

 

BERNARDO ALTAMIRANO

Refundar los servicios públicos

Los servicios públicos de nuestro País atraviesan una profunda crisis de desconfianza que abre la oportunidad para romper paradigmas y detonar una refundación de estos, mediante la colaboración entre Estado, empresa y consumidores, lo cual sería la fórmula idónea para fortalecer el sentido de comunidad y superar la fractura social que atravesamos. Y es que si bien llevamos años discutiendo el mejor diseño sobre cómo proveer estos servicios, en la realidad estamos muy lejos de los niveles que demanda la sociedad. Los mejores ejemplos son los casos de seguridad y educación públicas, siendo este último ámbito una muestra sobre la complejidad que implica definir estándares de calidad, y donde el mismo responsable de brindar este servicio es quien ha encabezado fuertes reacciones al respecto. ¡Vaya paradoja!

Por estas razones es que se requiere ampliar el debate sobre estos servicios. Revisemos algunos casos, como el del transporte público en el Valle de México. Según el Inegi, existen 14.8 millones de viajes diarios, de los cuales el 64.5 por ciento son en colectivo, el 16.4 por ciento en taxi y el 8.2 por ciento en Metro. En cuanto a la calidad de servicio, una encuesta elaborada por GCE revela que los usuarios califican como el peor servicio a los colectivos (54.3 por ciento) y después a los taxis (3.8 por ciento). Asimismo, los encuestados señalan que los conductores incurren en múltiples faltas, como ir a exceso de velocidad o no respetar los semáforos. En este sentido, tenemos servicios de baja calidad, que además son los primeros en violentar el orden público y contribuir al caos vial. Esto evidencia que el debate sobre Uber es solo la punta del iceberg y que requiere extenderse a otros servicios para identificar cómo ampliar la satisfacción de millones de usuarios del transporte público.

En segundo lugar, recordemos el debate sobre el IEPS de bebidas y alimentos de alto contenido calórico con el objeto de fomentar el consumo de agua potable y construir bebederos en escuelas de todo el País (objetivo todavía no cumplido). Las cifras del Inegi nos muestran que en el País sólo el 26 por ciento de la población piensa que el agua en su ciudad es potable (bebible sin temor a enfermarse). Por otro lado, se recomienda activarse físicamente, pero sólo el 39 por ciento de los mexicanos piensa que los parques y espacios públicos son suficientemente seguros. Estos datos evidencian a gobernantes que al diagnosticar problemas y proponer soluciones omiten una autoevaluación objetiva sobre la eficacia de sus servicios y programas, y trasladan los costos a la sociedad.

Un tercer caso es el de electricidad, en donde consumidores y empresas cuestionan permanentemente la calidad, precios y atención del servicio de CFE. Ahora esta empresa tiene un nuevo marco jurídico y una directiva más moderna, que tiene el gran reto de innovar en mecanismos de atención al consumidor y por supuesto ahora tendrá que competir con otras empresas. Aquí hay mucho por hacer, como cambiar un contrato de adhesión de los años 70, en propiciar mejores estándares, calidad y precios para los usuarios. Es la gran oportunidad para la CFE de reposicionarse frente a los consumidores.

Los puntos anteriores son sólo una muestra de cómo en México hemos diseñado servicios públicos que no generan una cultura de servicio a favor del usuario, no existe claridad ni exigibilidad de los derechos y no se abren de manera cierta las puertas a la inversión privada y social. Y es que llevamos décadas de presupuestos públicos abultados y de raquítica satisfacción de sus consumidores, en donde parece que los únicos satisfechos son políticos, burocracias, organizaciones clientelares y quienes ganan dudosas licitaciones, todo esto en el marco de una corrupción escalofriante. Por esto debe revisarse a fondo la filosofía y visión de estos servicios para que la labor política se dignifique y transite de una praxis de búsqueda del poder y de rentas económicas, a una que impulse una efectiva cultura del servicio público. Esto implica refundar los servicios públicos a partir de estándares de calidad y excelencia, presupuestos eficientes, contratos transparentes y equitativos y que incorpore elementos de mercado y de colaboración. Lo anterior sería una forma clara de ponernos todos a trabajar en la reconstrucción de confianza y comunidad que tanto necesitamos, para estar orgullosos de nuestros servicios públicos y lograr que nuestra referencia sea el Metrobús y no el del recogedor de basura que te «exige» la propina.

Miscelánea: Lo planteado por el Presidente de la República sobre el desarrollo de observatorios para evitar y combatir la corrupción será útil en el ámbito de los servicios públicos, así como en la construcción del nuevo aeropuerto y en licitaciones del sector energético.

@beraltamirano

¿El Paradigma es Cárdenas?

El debate sobre la reforma energética comenzó la semana pasada. A partir de los posicionamientos iniciales en la opinión pública, podemos anticipar que la discusión se desarrollará en dos rings. Por un lado, la confrontación de visiones políticas e ideológicas. Por el otro, la rivalidad técnica en torno al diseño de los instrumentos normativos, regulatorios y económicos que definirán el éxito de la reforma. La suerte que se tenga en lo político definirá el alcance de lo técnico. En estas condiciones resulta inexplicable que el Gobierno Federal enarbole la bandera del Gral. Lázaro Cárdenas, cuando en realidad debería impulsar un proyecto modernizador en el contexto de nuestras actuales circunstancias políticas, económicas y sociales, así como de los retos futuros que tenemos como sociedad.

Sobre este tema escribo hoy en Reforma y los invito a leer y reflexionar: ¿El Paradigma es Cárdenas?

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Subsidios bajo la lupa

María José Contreras revisa algunos de los tabús en contra de modificar los subsidios energéticos y plantea soluciones. Dale click al enlace para leer su artículo completo.

Y es que es de interés general conocer y analizar a fondo el tema de subsidios, pues al final del día, estos se cubren con recursos que todos pagamos y esto exige que se manejen con la mayor transparencia y eficiencia, pero también que se reflexione sobre la utilidad social de los mismos.

María José Contreras. Animal Político. 13 de Junio.

10 pésimos pretextos para defender los subsidios energéticos.

http://www.animalpolitico.com/blogueros-tanque-pensante/2012/06/13/10-pesimos-pretextos-para-defender-los-subsidios-energeticos/