Desde hace más de una década se discute la necesidad de ampliar la capacidad de operación del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM). Se parte de la premisa que las dos pistas con las que hoy cuenta el aeropuerto (que no pueden utilizarse de manera simultánea), inhiben el potencial de crecimiento de la operación misma, así como de la misma industria aeronáutica civil de país. Hoy en día se brindan 36 millones de vuelos al año. Se espera tener un crecimiento en una primera etapa a 3 pistas de uso concurrente y con un total de 50 millones de usuarios. Al límite se espera contar con 6 pistas y 120 millones de usuarios.
Estos son datos que se obtienen del portal de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. En realidad escasea la información pública disponible sobre cómo se llegó a la conclusión de que la propuesta ganadora es la idónea. La información muestra estimaciones finales, pero desconocemos los diagnósticos, las comparaciones entre proyectos, y sobre todo cómo se llega a las proyecciones de operación. ¿Basta la nueva infraestructura aeroportuaria para ganar más mercado de vuelos y operaciones? ¿A qué aeropuertos les vamos a ganar mercado –nacionales o internacionales? ¿Cómo se vincula esta propuesta con una política integral de transporte y de desarrollo aeroportuario en todo el país? ¿Es válido tener un modelo aeroportuario con clara tendencia centralizadora? ¿En qué ganaremos con esta estrategia los consumidores? ¿Mejorarán los precios y calidad de los servicios? ¿Qué opina la industria aérea sobre el diseño del proyecto del aeropuerto ganador? ¿Contribuye o no a generar eficiencias? ¿Por qué no se incluye un proyecto de esta envergadura en el Plan Nacional de Infraestructura? Así podríamos seguir haciendo una gran cantidad de preguntas.
Por estas razones, es que Central Ciudadano y Consumidor, bajo el impulso de su Director @carlosmartinezv decidió emprender dos acciones en el sector, mismas que les invitamos a conocer y participar. En primer lugar, realizar un estudio sobre la competencia y retos del sector de aeronáutica civil, mediante el cual se contribuye a entender mejor el desarrollo de esta industria. Por el otro, a participar en el diseño e instrumentación de un Observatorio sobre este nuevo aeropuerto. Este último tema es clave, pues las decisiones tomadas hasta ahora han sido bastante reservadas. Por un lado, sabemos que ASA hizo un estudio de mercado de despachos de arquitectos que tuvieran experiencia en elaborar este tipo de proyectos, posteriormente les extendió una invitación a los mejores de entre estos, y por último designó a un jurado que determinó el proyecto ganador. Por estas razones, es que todos esperábamos que la SCT diera a conocer cuál sería la ruta a seguir para construir el nuevo aeropuerto, sus diagnósticos y sus requerimientos, pero en cambio, de la nada sacó de la chistera un proyecto ganador. Por delante vienen retos enormes: esquemas de concertación y coordinación entre autoridades de diferentes órdenes de gobierno, que determinarán los elementos técnicos, ambientales, urbanos, etc. Por el otro, una serie de licitaciones y contrataciones públicas en torno a un proyecto que será el más costoso de la presente administración –y tal vez de muchas otras. Por tratarse de un sector que ha dejado huella negativa en temas como la licitación del tren México-Querétaro o el tema de los dispositivos de pago electrónico en casetas de peaje o incluso en la transición de las televisiones analógicas a digitales, urge acompañar con metodologías reconocidas todo el proceso de construcción, para que se blinde de corrupción, de prácticas anticompetitivas o de medidas ilegales.
Reconozco que es válido plantear obras públicas de vanguardia, con diseños innovadores y apostándole a una visión de trascendencia. Sin embargo, esto debe darse con una racionalidad económica y de políticas públicas integrales, de lo contrario corremos el riesgo de que la anunciada obra del nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México sea un elefante blanco.
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