Estamos a dos años de llegar al primer centenario de nuestra Constitución. Como cada año, seguramente habrá discursos elogiosos sobre el valor de ésta y sobre las causas que impulsa. Sin duda, el debate técnico y jurídico es muy interesante, pero hay que simplificar el nivel y aterrizarlo en nuestras vidas cotidianas, parar que todos los ciudadanos podamos entender cuáles son los problemas, retos y oportunidades que enfrenta nuestro actual sistema constitucional. Estoy convencido que nuestra Carta Magna es ya un modelo agotado y requerimos un nuevo marco de convivencia. De ahí que propongo dos niveles de debate: por un lado, cómo reconfigurar nuestro pacto social que se encuentra sostenido frágilmente por hilos que cada vez resisten menos. Por el otro, y de manera posterior, hacer un trabajo de ingeniería institucional para identificar el mejor diseño constitucional. En el primer caso, la voz correría a cargo de la academia, la sociedad, la empresa, las organizaciones cívicas, pero no de los políticos partidistas, quienes en gran medida son quienes nos han orillado a esta situación de tan profunda desconfianza social. En el segundo caso, en efecto se trata de un debate técnico, en donde podrían participar los más reconocidos expertos.
En este contexto, hoy más que festejar el aniversario de la Constitución, debemos iniciar el profundo debate que nos lleve a fortalecer nuestro Pacto Social y a una revisión integral de la Constitución. En este sentido, les comparto mi artículo que se publica hoy en Animal Político: La decadencia de nuestra Constitución (y de nuestras calles).
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