La compleja relación entre México y EUA en el último cuarto de siglo se ha basado en el intercambio comercial. Sin duda, son cifras muy positivas que muestran avance de tecnología, formación de competencias, innovación, fortalecimiento de cadenas productivas y comerciales, entre varios aspectos. Esta positiva relación queda condicionada al valor de las inversiones y competitividad. Por eso, hoy que vemos que las empresas enfrentan funciones de costos más complejas -pues tienen que incluir conflictos que el futuro Presidente de EUA asumirá de manera personal en su carácter del nuevo policía comercial-, es que urge redimensionar el sentido de nuestra construcción de comunidad, para que ésta se base en otros principios como la confianza. En esta lógica, ante las inminentes renegociaciones del TLCAN, es el momento de incluir capítulos en materia de medidas anticorrupción en toda la región, así como un sistema de solución de controversias de carácter judicial. Asimismo, explotar otros canales de comunicación extrainstitucionales, que implica abrir la baraja de aliados estratégicos. Les comparto mi colaboración en Fortuna y Poder.
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